MUSEO DE SAN DIEGO
Ubicación:
Se encuentra en las calles Calicuchima
No.117 y Farfán.
Horarios de atención:
Lunes - sábado, de 09h00 a 13h30, 14h30 a 17h00
Costo de entrada:
$ 2 Extranjeros/ Adultos
$ 1 Estudiantes, $ 0.50 Niños / 3ra Edad.
FECHA DE CONSTRUCCION:
En el año de 1650 fue la
fecha de construcción.
Descripcion:
En San Diego funcionó la recoleta
de los padres franciscanos desde fines del siglo XVI. En el siglo XVII, vivió
en este lugar de recogimiento el Fraile Manuel Almeida. Según la leyenda, los
lienzos y el crucifijo del convento fue usado por el padre Almeida como
escalera para salir a sus fiestas nocturnas.
San Diego conserva la solidez de
sus muros y columnas de piedra del siglo XVII. Se conecta por medio de patios
interiores con galerías conformadas por arcos en la planada baja y pórticos
cerrados en las plantas altas, los corredores superiores se iluminan con
teatinas y lucernario.
En la planta baja los muros casi
en su totalidad son de adobe. En la planta alta la estructura es de madera y de
bahareque que es una mezcla de carrizo y barro. Los cielos rasos son de
carrizo, suro y barro. El complejo religioso de San Diego ofrece a sus
visitantes uno de los recorridos más completos por una edificación colonial,
con obras que llevan el talento de la Escuela Quiteña, pues el visitante tiene
la posibilidad de conocer la sacristía, el templo, la capilla exterior, el
osario detrás de la iglesia, cuatro patios del convento, el refectorio, las
celdas de los religiosos, el campanario y la sala de Profundis con el
refectorio o comedor es otra obra extraordinaria, con delicada pintura mural
sobre la madera y un sencillo pero encantador marco de piedra. En el refectorio
se admira una representación de la Última Cena del artista quiteño Miguel de
Santiago, en la que el platillo frente a Jesucristo contiene cuy, una preparación
andina tradicional.
Tiene gran riqueza en lienzos,
esculturas y donaciones. Las obras llevan el talento de la Escuela Quiteña del
siglo XVIII. El convento de San Diego era la antigua recoleta de la orden
franciscana. Sus paredes guardan preciosos lienzos con alegorías a la pasión de
Cristo, a la asunción de María y a la vida de castidad y pobreza de santos como
Francisco de Asís y Diego de Alcalá, patrono del convento. Piezas que resultan
de gran interés son el púlpito, un ejemplo de la ornamentación barroca del
siglo XVIII; la imagen de la Virgen de Chiquinquirá; y el crucifijo por sobre
el cual el bohemio padre Almeida salía a sus jaranas nocturnas.
La proliferación de conventos en
la América india fue la estrategia de propagación del catolicismo hacia cada
uno de los habitantes naturales de las colonias españolas. La exigencia en la
preparación espiritual de los clérigos obligaba que sus recintos, a los que se
llamó recoletas, fueran construidos en "edenes" lo más alejados del
mundanal ruido. Así, el Convento de San Diego, ubicado actualmente hacia el sur
de Quito, se inscribe en esta línea. El inicio de su construcción se sabe de
finales del siglo XVI. En 1598 la congregación franciscana obtuvo del Cabildo
la autorización para levantar la obra, bajo la dirección del padre Bartolomé
Rubio. Entre este año y 1602, quiteños acaudalados donaron terrenos, logrando
una extensión de tres cuadras. Hacia
1603 se había concluido la iglesia, y el convento estaba en fase avanzada. En
1626 los patios internos del claustro habían sido concluidos.
Y los anales del Cabildo señalan
que por 1650 San Diego ya oficiaba como una casa de retiro para "veinte
religiosos de penitente vida". Todavía faltaban pequeños detalles, por lo
que en 1689 fue nombrado "Obrero Mayor" de la construcción al
legendario fray Manuel de Almeida, pícaro monje que usaba un crucifijo como la
escalera que lo conectaba con la ciudad nocturna y bohemia. El lugar incluso
toma más fuerza mítica por la presencia de otro héroe del imaginario quiteño: Cantuña.
Si bien él pinta como constructor del atrio de San Francisco, sus manos nunca
estuvieron allí, sino en San Diego, donde hizo algunos trabajitos de cerrajería
por los que cobró siete pesos. Hacia la mitad del XVIII, el Convento fue
concluido totalmente con acabado impecable, según cuenta el viajero inglés
William Stevenson: "Casi oculto en medio de los árboles y de las rocas
este retrete es de los románticos. Se ha puesto especial cuidado en que este
edificio aparezca como una ermita aislada. Es tal vez en todo el Nuevo Mundo la
morada que más conviene al retiro religioso".
La sola concepción arquitectónica
del Convento de San Diego ya es un referente patrimonial. No obstante, al
interior las joyas son mayores. Como el artesonado de estilo mudéjar que adorna
el cielo raso del presbiterio. El púlpito principal de la iglesia también es
tesoro. Su ornamentación guarda la impronta del barroquismo del siglo XVIII y
su diseño presenta un cáliz junto a una vid que asciende entre columnas
salomónicas.
En la pinacoteca de la iglesia se
pueden apreciar lienzos alegóricos a San Francisco de Asís, con firma de Andrés
Sánchez. Pero entre los que destacan están la "Misa Gregoriana",
atribuida a Miguel de Santiago; "Nuestra Señora de Chiquinquirá", de
factura colombiana; el cuadro de Cristo agonizante, de autor anónimo, que se
dice inspiró la "Piedad" de Caspicara; y la imagen de la Pasión del
Señor, cuya autoría se confiere a Francisco Albán. Una visita a este museo es
un encuentro con al arte quiteño, más allá de los nombres consagrados.
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